El hombre de papel es tan ligero
como los sueños contenidos en las letras que recubren su cuerpo. Oscuro a veces,
como la tinta que alguien usó para escribir las líneas de su vida. Otras, tan
claro como una página en blanco.
Al hombre de papel le gustaría
desdoblarse y volver a plegarse de nuevo. Reinventarse, y ser algo
completamente distinto. Pero lo ha hecho ya tantas veces, que las marcas en los
pliegues de su cuerpo le delatan.
Al hombre de papel, un buen día
le saltó una chispa en su corazón y estuvo a punto de consumirse por el fuego.
Por eso ahora tiene una mancha oscura y un agujero en su pecho que se hace cada
vez más grande cuando sopla la brisa de un deseo.
El hombre de papel sueña con
salir volando y dejarse mecer por las corrientes de sus sueños. Así pues se
desdobla una vez más, deseando que alguien haga de él un avión de papel, y que
lo lance muy lejos.
Pero el hombre de papel, encima
de la mesa, no aparenta más que un viejo y arrugado folio, quemado, agujereado,
manchado…, donde alguien ha escrito ya demasiadas veces. Y es consciente de
que acabará convirtiéndose en una bola de papel, que alguien tirará al cubo de
la basura. O tal vez peor, a alguna alcantarilla.
El hombre de papel tiene un
nuevo deseo. Acabar en el contenedor de papel, junto a otros hombres como él.
Reciclarse y empezar de nuevo. Pero es tan grande su deseo, que no se da cuenta
de que el agujero de su pecho se hace más y más grande.
Del hombre de papel ya no queda
más que unas cuantas cenizas. Un montón de sueños que ahora se lleva el viento…