El escritorio de la trastienda

El escritorio de la trastienda

lunes, 28 de diciembre de 2015

El farol que quiso brillar más que la luna

Arrojaba su fulgor sobre muros empapados de historia centenaria. Era su pequeño rincón del mundo, y él, un pequeño farol. Era bravucón, lenguaraz y aquella noche se sentía especialmente brillante. Así que tuvo la osadía de desafiar a la luna, que apenas relucía a través de oscuras nubes. Le dijo que él podía brillar hasta en los días más oscuros, nublados y tormentosos, mientras que ella se ocultaba tras las nubes, y sólo refulgía en todo su esplendor dos o tres noches al mes. La luna rió condescendiente y le contestó: “Farol de pocas luces... Yo brillo por todo el mundo, mientras el mar levanta mareas a mi paso. Los poetas me escriben versos y yo les regalo mi magia a los enamorados. Y brillo durante todo el día mientras tú te apagarás en unos segundos...”. Y como si fuera una sentencia, las campanas de la iglesia repicaron a misa de ocho, mientras el pequeño farol que quiso brillar más que la luna, se fue apagando poco a poco, sintiéndose el objeto más insignificante de aquel pequeño rincón del mundo...