Arrojaba su fulgor sobre muros empapados de historia centenaria. Era su
pequeño rincón del mundo, y él, un pequeño farol. Era bravucón,
lenguaraz y aquella noche se sentía especialmente brillante. Así que
tuvo la osadía de desafiar a la luna, que apenas relucía a través de
oscuras nubes. Le dijo que él podía brillar hasta en los días más
oscuros, nublados y tormentosos, mientras que ella se ocultaba tras las
nubes, y sólo refulgía en todo su esplendor dos o tres noches al mes.
La luna rió condescendiente y le contestó: “Farol de pocas luces... Yo
brillo por todo el mundo, mientras el mar levanta mareas a mi paso. Los
poetas me escriben versos y yo les regalo mi magia a los enamorados. Y
brillo durante todo el día mientras tú te apagarás en unos segundos...”.
Y como si fuera una sentencia, las campanas de la iglesia repicaron a
misa de ocho, mientras el pequeño farol que quiso brillar más que la
luna, se fue apagando poco a poco, sintiéndose el objeto más
insignificante de aquel pequeño rincón del mundo...![](https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEg3gTza0fyzPUQOU5UShD5m5gsWMswfxqXYZem8yQLeO_mytrWIpJN0d455LORDPfDsi75oJCGVwEIXiLj11ZFffaYfSj3XySf6tsvePJzq5B3XzWw1wmMSKGk4BdgjVsWuqJJgc7CgoA4/s640/recorDSC_05732.jpg)
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