La
pequeña Isabel rebusca en su caja de lápices, intentando encontrar el color
perfecto. ¡Qué gran regalo el día de su cumpleaños! Todos tan vivos, tan
brillantes, deseando deslizarse por una hoja en blanco. Y cuando lo encuentra,
traza una línea recta en el papel mientras saca la lengua, porque es una tarea
muy complicada. ¡Qué difícil es dibujar una línea recta!
Cuando
acaba mira la hoja de papel y frunce el ceño. No le ha salido muy bien. Sin
duda alguna no es una línea recta, sino una línea curva. Y al principio no está
muy satisfecha, pero cuanto más la mira, más le gusta. Al principio se parece a
la ceja de su madre cuando está enfadada con ella. Pero si le da la vuelta, es
igual a la sonrisa que le dedica todas las mañanas. ¡La más bonita que ella ha
visto! Si la pone de lado, se parece a una C, la letra por la que empieza un
montón de palabras que le encantan.
Chocolate
empieza por C, y a ella le gusta. Cuando ayuda a su madre a hacer palmeras, la
mejor parte es cuando las sumergen en aquel oscuro líquido que está tan rico. Y
cuando acaban, no hay nada como chuparse los dedos. Entonces se miran y se
ríen.
Correr
también empieza por C, y a ella le encanta ir de arriba abajo cuando van al
parque. Su madre le dice que tenga cuidado, no se vaya a caer. Pero cuando
siente el viento a su espalda, abre los brazos e imagina que la levantará del
suelo y será capaz de volar como un pájaro.
Cariño
también empieza por C, y ella adora dárselo a su madre todos los días. Y cuando
su madre sonríe y la abraza, ella siente su cariño, pero con C mayúscula, pues
es un sentimiento que no se puede escribir de otra forma.
Corazón
también empieza por C, y ella ama dibujarle corazones a su madre. Y dentro de
aquellos corazones, siempre escribe: “te quiero”. Y su madre cuando los ve se
la come a besos. Además, corazón se dibuja con dos C boca abajo y una V… ¡Es
una palabra perfecta!
Entonces
vuelve a rebuscar entre su caja de lápices, buscando el color perfecto para
dibujar un enorme corazón. Y cuando por fin encuentra el lápiz rojo, coge otra
hoja de papel e intenta dibujar el corazón más grande que jamás haya hecho. Y
vuelve a sacar la lengua porque está muy concentrada.
Pero
pronto se da cuenta que aquel enorme corazón que intenta pintar no cabrá en
aquella pequeña hoja de papel. Entonces se pone muy triste, porque piensa que
no podrá dibujar el corazón tan grande que su madre se merece. Y mira alrededor
de la habitación buscando algo que se un mucho más grande que una hoja de
papel. Y cuando lo encuentra, sonríe. Ha visto una enorme pared blanca donde
sin duda podrá pintar un hermoso corazón.
Empieza
muy contenta a dibujar con su lápiz rojo en la pared, pero pronto se desanima.
El lápiz es muy pequeño y le tiene que sacar punta constantemente. Además así
tardará toda la vida en dibujarlo, y no tiene tanto tiempo. Su madre pronto la
llamará para la cena y ella quiere sorprenderla antes. Necesita sin duda algo
más grande para dibujar, y vuelve a sonreír cuando da con la solución.
Cuando
comprueba que no la ve, se cuela en el cuarto de baño de su madre y tras
rebuscar, encuentra su lápiz de labios rojo. ¡Tiene el color perfecto para
dibujar un corazón! Y emocionada vuelve a su habitación y empieza a pintar un
gran corazón rojo en la pared. Y dentro de aquel corazón escribe: “¡Te quiero
mucho!”
Entonces
escucha como su madre entra en la habitación y le dice que la cena está lista.
Pero no acaba la frase, e Isabel se da la vuelta sonriendo, porque está segura
de haberla sorprendido. Pero su madre la mira con una C sobre su ojo, y la niña
sabe que está enfadada. Baja la cabeza y se mira los pies, mientras le dice a
su madre que ese era el único sitio donde podía dibujarle un corazón tan
grande, con sus dos C boca abajo. Y cuando vuelve a levantar la cabeza, la C
del ojo de su madre ha desaparecido. Ahora sólo hay una enorme y hermosa C en
su boca mientras sonríe a su pequeña. Y después de abrazarla con un cariño con
C mayúscula, juntas se ponen a mirar el gran corazón.
Después
de cenar, su madre le dice que mañana las dos tendrán que volver a pintar la
pared de blanco. Y también le dice que la próxima vez que quiera dibujar un
corazón, lo haga en una hoja en blanco. Luego ellas lo cogerán y se imaginarán
que es el corazón más grande que existe. Isabel sonríe y asiente, y luego dice:
“¡Y después haremos palmeras de chocolate!”. Y las dos se miran y se echan a
reír…
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