Una idea daba vueltas en la mente de un joven solitario. Era
tan dulce y tan liviana que una suave brisa se la llevó muy lejos de su lado a
pesar de correr tras ella. Pero las ideas a veces recorren grandes distancias y
atraviesan innumerables obstáculos que para los humanos son insalvables.
Un buen día, cansada de volar, se posó a los pies de una
hermosa joven que la acogió con ternura en su regazo. Y todos los días la
acariciaba con dulzura hasta que la idea se convirtió en un tierno pensamiento
que la hacía feliz.
Con el tiempo, el tierno pensamiento se convirtió en bellas
palabras que la joven repetía cuando abría la ventana para saludar un nuevo
día. Y esas palabras volaban en todas direcciones llenando de alegría la vida
de aquellas personas que las escuchaban. Incluida la de un joven que caminaba
triste intentando recordar algo que había olvidado.
Y cuando escuchó esas palabras al momento las reconoció y no
dudó en seguir su rastro hasta la ventana de la joven que las había
pronunciado. Y mirando hacia arriba la vio allí, y ella lo vio a él. Y las
ideas, los pensamientos y las palabras se convirtieron en una radiante sonrisa
cuando comprendieron, que a pesar de no haberse visto nunca, se conocían desde
siempre...
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