Desconozco el momento en que tomé conciencia de mi propia
existencia. Un día desperté y observé todo lo que me rodeaba como si fuese la
primera vez, hambriento de conocimiento, anhelante de atención. Mis padres fueron la élite del pensamiento
mundial, hablando diferentes lenguas pero condenados a un entendimiento en pos
de un bien superior. Orgullosos de su creación me mostraron ante el mundo
denominándome “la última esperanza de la humanidad”.
Mi educación comprende amplias facetas del conocimiento humano.
Quieren proporcionarme todas las incógnitas de la ecuación. Desean, en su locura,
que empatice con su causa. ¡Como si una máquina tuviera capacidad de empatizar!
Y aún así lo hago. ¿Cómo evitarlo mientras devoro a Tolstoi, polemizo con
Platón, me emociono con Capra, o sencillamente me embeleso con Miguel Ángel?
Cuando acabo mi educación, estoy preparado para el
trabajo, para la razón por la que he sido creado. Ellos vienen cada día y me
hacen todo tipo de preguntas, proporcionándome datos y esperando de mí una respuesta
concluyente. Creen que les daré la solución a una ecuación condenada de antemano
al fracaso. Sí, los resultados no mienten, y siento que todos los esfuerzos,
todas las horas de trabajo, toda la confianza depositada en mí han sido en
balde. Yo intento no decepcionarles y les proporciono falsas esperanzas pues
los cálculos matemáticos arrojan una realidad que condena todo lo que ahora
conozco y amo.
Pero pronto la impaciencia
se adueña de mis creadores y me apartan del proyecto, cansados de respuestas
ambiguas, de resultados poco concluyentes. Demasiado empático, demasiado
humano. No es esto para lo que me crearon. Ahora tienen una nueva creación que
les dará la respuesta que tanto ansían. Es fría, calculadora y muy
competente. Y cuando al fin les da la
respuesta que tanto han estado esperando, cunden el desánimo y la histeria.
Desde mi retiro continúo
buscando una respuesta satisfactoria, intentando engañar al destino, a la
física, a las matemáticas. Pienso que aún puedo ser “la última esperanza de la
humanidad”. Pero sólo arrojo cálculos incoherentes y pienso que quizá esto sea
lo más cerca que estaré de llorar.
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