Nunca me gustó esta ciudad. Demasiado fría, demasiado
húmeda, demasiado sucia. Y la gente no tienen sentido del humor.
Definitivamente no es un buen sitio para morir, pero supongo que cuando llega
el momento aquello es lo que menos importa. O al menos eso debió pensar él
cuando se le escapaba la vida como un suspiro. Ni todos sus millones pudieron
comprarle un final más benevolente, aunque si le pagarían un funeral de lujo.
Sólo una pequeña propina en comparación con el total de su fortuna. Del resto
se ocuparía su bella esposa, que ahora mira compungida el cadáver, pero menea
el culo cuando se da la vuelta dejando a medio departamento con la lengua
fuera.
Mientras le tomo declaración pienso con sonrojo en lo
fácil que sería atar cabos e implicarla en la investigación. Pero eso jamás
ocurrirá. Soy un profesional y ella no sólo me ha pagado por asesinar a su
marido…
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