Se revolvía en las sábanas intentando conciliar el sueño,
demasiado excitado quizás para obtener un descanso reconfortante. Tantas ideas
rebotando en el interior de su cerebro. ¿Cuánto faltaba para el amanecer? El
tiempo se esfumaba en cada parpadeo.
Se incorporó en la cama y posó los pies en el suelo
helado. Al otro lado de la puerta, Eddie Cochran entonaba el estribillo de
Summertime Blues a través de los amortiguados altavoces de una gramola y cuando
atravesó el umbral de la puerta sus pasos le guiaron a través de un suelo de
baldosas blancas y negras hasta la barra cromada del bar.
Se acomodó en un taburete de cuero rojo y recorrió con la
vista el local. En una esquina Peggy Sue mascaba chicle y jugaba con un mechón de su cabellera apoyada
con una mano en la gramola en la que Cochran había dejado su puesto a Buddy
Holly. Cuando se giró James Dean secaba con profesional cuidado una taza
blanca. Cuando terminó apoyó el paño sobre el hombro y levantando una ceja
preguntó:
—¿Que te pongo tío?
—Creo que tomaré un café,
necesito reflexionar —respondió examinando sus manos como si fuera la primera
vez que las veía.
—Rápido como el viento —dijo
girándose sobre sus talones mientras se colocaba un cigarrillo tras la oreja.
La humeante taza de oscuro líquido prometía reconfortarle
de pies a cabeza pero una pregunta luchaba por abrirse paso a través de sus
labios.
—Mr. Dean, ¿ha intentado
buscarle alguna vez sentido a algo que aparentemente no lo tiene aún cuando
para los demás sea algo de lo más normal? —interrogó mientras removía el café
con la cucharilla.
—¿Y por qué buscarle sentido a
las cosas? El día que se lo encuentres no te diferenciarás del resto —concluyó.
El actor se quitó el delantal blanco y pasó al otro lado
de la barra. Y mientras encendía un cigarrillo y levantaba el cuello de su
cazadora roja se giró por última vez sentenciando: “Sueña como si fueras a vivir para siempre. Vive como si fueras a morir
hoy”. Después se montó en su Spyder y condujo hasta perderse en el
horizonte.
El despertador tronó y su mano se lanzó como un resorte
dispuesta a acabar con el insoportable aullido. Regresando poco a poco de las
tinieblas de un sueño, se fue incorporando lentamente en la cama frotando
pesadamente la cara con sus manos. Luego se incorporó pesadamente sentándose al
borde de la cama, y se quedó mirando con gesto ausente a algún horizonte que
sólo existía en su imaginación. Eran las seis de la mañana de una nueva jornada
que comenzaba, y él regreso de sus ensoñaciones con el firme propósito, al
menos por un día, de no buscarle ningún sentido a su tediosa rutina.
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